Empezó a llover y la ciudad lleva tanto tiempo en sequía que no logra mojarse. Paulatinamente se va acentando el polvo, la contaminación, incluso las malas intenciones de algunos licenciosos individuos. Yo tengo que decidir si me uno a los que corren para no mojarse o los que caminan para no pisar los charcos. Mi carro esta lejos y me mojo de todas formas. Me uno al caos de luces de giro, bocinas enzordecedores e insultos que se lanzan de una ventolera a otra. Enciendo un cigarrillo y manejo tranquilo pues dentro de mi creo que mientras más tiempo paso en la calle mayores son las probabilidades de verte, de cruzar nuestros caminos y sentir que te encontré, ver el espacio de tú rostro que me muestra el retrovisor y sólo con ese tan efímero momento despertar mañana con otra ilusión. Pero la realidad es que nuestras cotidianidades son opuestas y llego a mi destino para sentarme a escribir en este blog que por primera vez cuenta una historia de amor.
Me pica la lengua y me la rasco escribiendo...