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Mostrando entradas de agosto, 2018

La Comisaría

En mis tiempos de chasqui judicial, un día viví tal vez la más repugnante experiencia en una institución pública (o cualquier lado). No se confundan, me atendieron muy bien, obtuve mis resultados favorables en la tarea encomendada, no por nada me decían ""Mensaje a Garcia". Mi experiencia repugnante, y advierto, me vino a la memoria para iluminar nuevamente estas páginas, y si son asquientos... no lean más.  Un joven apuesto pasante, punto en blanco -con los ternos heredados de todos los tíos- de esos ternos que los pantalones son 39 y el sastre hizo milagros para dejarlos en un esbelto 33 cuando yo era 30. De esos ternos que los hombros no se pueden meterme más y las mangas me llegaban casi a los codos. Las corbatas -trofeos de hippsters- que aún no existían, regaladas no... olvidadas en el fondo de los armarios con diseños de los ochentas tomadas por mi mamá diciendo -¡pero si está hermosa! Y va con todas tus camisas-, las camisas si eran mias pero de cuando tenía quin

Cerveza o Retenciones

Porque esto es así... A unos los días les pasan más rápido y se adelantan, a otros les pasa más lento y no se igualan y a otros prudencialmente al ritmo 1:1, un día a la vez. Pero no se lanzen piedras por estar a destiempo. Busquen sus áreas comunes y ahí disfruten. Cómo cuando en las reuniones de 10 años de graduados (si tuvieron) de lo único de lo que se puede hablar es de las gloriosas salvajadas de la adolescencia, porque al hablar de cosas serias a uno lo ven y dicen -y este yo lo veía prendiendo camaretas con el cigarrillo en la boca y me va a hablar de la tasa de depreciación- ¡no jodas! Sobre todo cuando un compadre, viene con la novedad que se hizo cirujano...¡Oh gran señor cirujano! Y por mi cabeza pasan imágenes de este individuo colgado de una viga boca abajo tomando aguardiente regandose encima todo, y feliz, orgulloso... ah y con un cigarrillo en cada mano. O aquella vez que en su casa amaneció sentado en la sala un afamado personaje de una cadena de hamburguesas -no pued

FINITO

Llegábamos a la estación de tren a la tarde, hambrientos, sedientos (no puedo decir insolados porque nos llovió en la playa) pero entusiasmados de conocer, saborear y todo lo que ser turista conlleva.  Habíamos vuelto a la Spezia, pueblo satélite de Cinque Terre, y ojo, no digo esto para que digan -vele vele vele que viajado- sino para que contextualicen lo que les voy a contar.  Como les dije llegábamos de la playa y nuestro hospedaje por un error de cálculo -¿error? no, digamos, negligencia de cálculo- quedaba a cuarenta minutos en un bus microscópico en dirección opuesta al mar. Este "error" me llevó a sugerir a mi colega de viaje que vayamos al supermercado para llevar alimento y bebida y no tener que volver a comer algo por el centro en esos microscópicos buses.  Ninguno de los dos habla italiano por lo que la comunicación con los lugareños se volvía una barrera, e ignorando donde quedaba un supermercado se me ocurre -Entra tu a esa tienda, yo a la de al lad