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Mostrando entradas de 2020

Inconcebible

Hace algún tiempo que se viene barajando tanta legislación pro-algo que me pregunto si realmente es inconcebible imaginar que alguien tal vez NO quiera gozar de tanto derecho. Les pongo en contexto. Mañana se legaliza la marihuana en el Ecuador ¿Es inconcebible imaginar que habrá personas que NO la consuman? Del mismo modo -RESALTO, ACLARO, PUNTUALIZO, TILDO, ASENTÚO, yo no tengo útero y hablo sin justa causa- sería inimaginable, inconcebible considerar que una niña a la que se le hizo madre en contra de su voluntad ¿Decide pro-su bebe? O tal vez estamos tan acostumbrados a pensar que merecemos una u otra cosa y como infantes exigimos derechos, derecho a esto o a lo otro. Cuando creo que realmente deberíamos estar indignados y exigir obligaciones. ¿Obligaciones? Si, obligaciones. ¡Deberíamos estar indignados! No porque los Estados no nos reconocen más derechos; sino porque estos son realmente inservibles al momento de cumplir con su parte. Los gobernantes se han vuelto padres permi

La Longomicina

Harán el favor de no ofenderse por el título, la longomicina es un remedio, una pócima mágica, un analgésico, es... bueno pues es como quien dice la vacuna de COVID criolla.  (Paréntesis - ¿vieron cuando sacan del cajón un esfero viejo y cuando escriben deja espacios vacíos porque no corre bien la tinta? Algo así me siento desempolvando este espacio de esparcimiento literario. Si encuentran espacios en blanco es por el esfero viejo) Volviendo al tema.  ¿Nunca les dijeron de chiquitos algo como -no te has de morir, es longomicina pura- haciendo referencia a que comieron algo en la calle o algo que se cayó al piso que tal vez les podría caer mal? Bueno les explico: la longomocina es el conjunto de defensas que el cuerpo humano genera por su sabia e infinita naturaleza. Solo las puede crear al exponerse -mesuradamente- a delicias de la calle, buses, un papihuevo, un agachadito, salir de la casa, ir al supermercado, tomar agua de la llave, en sí vivir. Pero sobre todísimo no desinfectarse

¿Dónde está María Emilia?

"Todas las noches mijito, mi papá nos reunía al rededor de la radio - claro en esa época no habrían televisores - y escuchábamos los nombres de los fallecidos en La Guerra. Mi papá no nos permitía perdernos ninguna transmisión, teníamos que escuchar si había fallecido algún primo o conocido".  Nos contaba en una sobremesa la Nonna. Las sobremesas podían ser alegres y ocasionar indigestión de la risa; del mismo modo podían ser tenues, oscuras. Es que con tantos años y con tanta vida no todo podía ser alegría. Imaginen una pequeña niña italiana -risueña, rubia con ojos azules- sentada al pié de una radio oyendo atenta los nombres de una lista -me imagino interminable- de personas que habrían perdido su vida en una guerra. Al minuto siguiente, risueña nos decía con picardía - Mi tía Amalia...( risa ) A mi, mi tía Amalia me enseñó a decir mi nombre María Emilia Bigalli Pippa Corbani Vincenzini Caparinni Cappeta- y claro, esto nos contaba moviendo la cadera en la silla y meneando