Los mayores me contaban no de épocas pasadas, sino de otras épocas. Donde los mandatarios eran diferentes. Contaban y yo oía, contaban que en los espectáculos públicos, cuando entraban los mandatarios la gente se ponía de pie para aplaudir, ovacionar a los mismos, no por miedo, sino por respeto y orgullo. Contaban y las anécdotas me parecían alucinantes, que cuando había riñas políticas no se insultaban de un lado a otro de las plazas ni de los canales de televisión, sino que con la pluma se combatía a la pluma, con acciones se desmentía los rumores. Contaban que la diplomacia era asunto de caballeros, y que se gobernaba y hacía política con corbata y el mejor de los trajes.
En las aulas magistrales se dictan a los estudiantes las bases, las razones del derecho. Las revoluciones que cambiaron el mundo, los discursos y oradores que conmovían estadios, plazas. Nos enseñan que el derecho es para las sociedades y evoluciona con ellas. Que los gobiernos por utópica que sea la forma que toman, su fin ulterior es el bienestar, la paz, la convivencia.
Estoy dolido porque a pesar de tantos cambios y revoluciones no se ve la luz al final del túnel. Dolido porque en los estadios a los que he ido se abuchea a los mandatarios. Dolido porque no se ve el día en que las leyes se hagan en favor de las sociedades, y no en contra de las personas. Dolido porque en ocho procesos electorales, nunca me sentí representado, un Ecuador "democrático" del que cada vez soy menos parte democrática. Dolido porque veo que los resentimientos sociales son cada vez más divisorios; nos vuelven cada vez más proletario, cada ves más derecha, cada vez más izquierda, cada vez más SI, cada vez más NO, cada vez más justicia indígena, cada vez más pelucón y cada vez menos Ecuador.
No me queda más que enumerar, sin entrar en clichés, lo que nos tocará hacer a los que hoy estamos en la aulas, y no dejamos de creer en nosotros. Remendar un país sin identidad ni unidad, remendar un país de adentro hacia afuera. Lograr que la gente crea en ellos mismos antes que en sus gobernantes. Olvidar el pasado, enterrarlo. Dejar de prometer, hacer, y hacer de tal forma que no sea tan solo un castillo de cartas. Portarnos a la altura del reto, reto que tomamos por cuenta e iniciativa propia, porque a pesar de todo, todos y nada que han hecho o pasado por el poder, no han buscado auténticamente el fin ulterior del que tanto se habla.
Dolido escribo porque tengo voz y por otros medios no se ha oído. Escribo porque lo puedo hacer todavía, y si algún día ni esto puedo hacer entonces gritaré, gritaré como antes lo he hecho por comida cuando chico, gritaré por otras necesidades cuando grade, necesidades como ser oído, en estas épocas en que a pesar de estar dolido, camino con la frente en alto como el ejemplo que me han dado mis abuelos y mis padres. Asumiendo el reto que ante ustedes lectores asumo.
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