Aunque no lo quiera aceptar y me cueste, la compañía que me hiciste en tantas soledades no se desvanece, se escurre por la ventana como el humo del último cigarrillo del cartón, dejándome angustias y ansiedades. Añoranzas de una última palabra, un renglón mal encajado, los últimos puntos suspensivos ¡Qué no daría por sentarme una vez más a tu lado! Contarte cuantas cosas que no publicamos…
De un tiempo a esta parte me hacías falta, y te hice falta seguro. Pero del lugar donde te entierro, del pasado nadie te rescata.
¡Qué dúo hicimos! ¡Cuántas carcajadas les sacamos! Seguramente tu egoísta, te llevarás las mejores, las más puras. No las que más leyeron sino las que no leyó nadie, las que estudiamos juntos cuantas duermevelas, cuantos amaneceres vimos a la sombra del subconsciente que afligía hasta a las peores pesadillas ¡Maldito bohemio! Aristócrata del intelecto, tan insoportable tan altivo. Te entierro con las mejores vestiduras como lo hubieras querido; camisa blanca, corbata, chaqueta con pañuelo y zapatos gamuza azul marino. Insoportable, ni en el nicho podías bajar la guardia y descuidar algún aspecto.
Al fin y al cabo, no te necesito. Prefiero andará cojo que por ti soportado.
Así me despido con rabia, con angustia, amargura. Adiós amigo
Epitafio;
Ayúdanos a andar,
Que estamos cojos
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