Llego a mi memoria esta historia después de muchos tiempo, y que mejor manera de contarla que publicarla aquí.
En la época de las graduaciones del colegio, se acostumbra realizar cocteles, fiestas, reuniones y demás eventos sociales de "etiqueta" que reúnen a los amigos para celebrar este evento, que es la graduación. Me llego una invitación para uno de ellos, uno en especial donde se requería asistir en las galas pertinentes, zapatos de suela, corbata, camisa planchada, y una chaqueta a la altura de las modas. Yo, decidido a asistir, me aliste con el suficiente tiempo para no llegar tarde.
Pero tarde no llegue, al contrario, mi hermana que no vive en Quito estaba de visita y ofreció llevarme. Ella que tenía un evento también, tenia que salir de la casa antes de la hora de mi invitación. Entonces me llevo. Pero ahora es donde empieza la verdadera historia.
Ella ya estaba tarde a su evento, entonces decidió llevarme lo más cerca del mío, y dejarme en una gasolinera donde podía tomar un taxi para llegar a mi evento. Me baje del carro, resignado a las circunstancias, pero sin muchas opciones. Esperé que pasara algún taxi, pasaron minutos, y no logre encontrar taxi. Pasaron horas y no logre encontrar taxi; de modo que decidí emprender viaje a pie. Caminé, jalando dedo sin lograr que parara un conocido, o en tal caso desconocido que me llevara hasta mi destino. Podrán entender que ya era hora de estar ahí, y yo no estaba. Caminando ya resignado a completar mi ruta, paró una moto. Sí es verdad una moto, pero no cualquier moto, era un repartidor de pizza.
-hasta donde vas-
-hasta el rancho-
-sube-
Así que subí. El hombre debía llegar antes de que se cumpla la media hora del pedido, o sino el pedido salía gratis para quien lo había pedido ¡Voló! y para mi buena suerte el hombre tenia como destino la casa de al frente de donde se realizaría el evento. Entonces llegamos, yo me baje y le agradecí brindándole un cigarrillo. Giré para entrar a la casa (del dueño de un banco) y que sorpresa, TODA la fiesta había regresado a verme, no es normal llegar a ningún lado de esta manera. Entonces me arreglé la camisa, me acomodé el pelo con la mano, y entre como si nada hubiera pasado.
Los comentarios de la gente variaban, pero yo actuaba como si fuera algo normal, cotidiano, y me integré a la sociedad, perdón a la alta sociedad, para cumplir con los compromisos sociales.
Como regresé a mi casa es otra historia.
En la época de las graduaciones del colegio, se acostumbra realizar cocteles, fiestas, reuniones y demás eventos sociales de "etiqueta" que reúnen a los amigos para celebrar este evento, que es la graduación. Me llego una invitación para uno de ellos, uno en especial donde se requería asistir en las galas pertinentes, zapatos de suela, corbata, camisa planchada, y una chaqueta a la altura de las modas. Yo, decidido a asistir, me aliste con el suficiente tiempo para no llegar tarde.
Pero tarde no llegue, al contrario, mi hermana que no vive en Quito estaba de visita y ofreció llevarme. Ella que tenía un evento también, tenia que salir de la casa antes de la hora de mi invitación. Entonces me llevo. Pero ahora es donde empieza la verdadera historia.
Ella ya estaba tarde a su evento, entonces decidió llevarme lo más cerca del mío, y dejarme en una gasolinera donde podía tomar un taxi para llegar a mi evento. Me baje del carro, resignado a las circunstancias, pero sin muchas opciones. Esperé que pasara algún taxi, pasaron minutos, y no logre encontrar taxi. Pasaron horas y no logre encontrar taxi; de modo que decidí emprender viaje a pie. Caminé, jalando dedo sin lograr que parara un conocido, o en tal caso desconocido que me llevara hasta mi destino. Podrán entender que ya era hora de estar ahí, y yo no estaba. Caminando ya resignado a completar mi ruta, paró una moto. Sí es verdad una moto, pero no cualquier moto, era un repartidor de pizza.
-hasta donde vas-
-hasta el rancho-
-sube-
Así que subí. El hombre debía llegar antes de que se cumpla la media hora del pedido, o sino el pedido salía gratis para quien lo había pedido ¡Voló! y para mi buena suerte el hombre tenia como destino la casa de al frente de donde se realizaría el evento. Entonces llegamos, yo me baje y le agradecí brindándole un cigarrillo. Giré para entrar a la casa (del dueño de un banco) y que sorpresa, TODA la fiesta había regresado a verme, no es normal llegar a ningún lado de esta manera. Entonces me arreglé la camisa, me acomodé el pelo con la mano, y entre como si nada hubiera pasado.
Los comentarios de la gente variaban, pero yo actuaba como si fuera algo normal, cotidiano, y me integré a la sociedad, perdón a la alta sociedad, para cumplir con los compromisos sociales.
Como regresé a mi casa es otra historia.
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