"Quisiera preguntar y preguntarme si alguna vez nos dejarán morir cuando queramos.
Quisiera preguntar y preguntarme si alguna vez –alguna- a este país lejano llegarán los vientos del respeto a la vida respetando el derecho a la muerte.
Quisiera preguntar y preguntarme qué día, qué momento, podré ir a la botica de la esquina y pedir que me vendan la pócima exacta, la precisa, para curarme, en una sola toma, de la vida. Y si me dicen que enseñe la receta, podré mostrar al dependiente mi fatiga, firmada con el puño y letra de mi hastió.
Quisiera preguntar y preguntarme si alguna vez –alguna- alguien respetará mi voluntad y no me llevará a un sitio ignoto para que manos extrañas me administren los sueros del mañana que no quiero, en anónimos y asépticos espacios. Allá donde intentarán insuflarme ilusión por medio de unos tubos que hincharán mis pulmones con un aire sin aromas, sin dulzores, sin veranos.
Quisiera preguntar y preguntarme si alguna vez –alguna- estaré en el derecho de convocar a los que quiero para celebrar, con una sonrisa que viene de la infancia, con un abrazo fresco como recién salido del cariño, mi despedida. Ofrezco que habrá música. Y ofrezco –sobre todo ofrezco- que habrá sombra: la del árbol añoso bajo el cual mis cenizas yacerán y que, en cada floración, les recordará a los míos mi presencia ausente, hasta que venga el estío del olvido, la sequedad, la nada. Hasta que la desmemoria de los vivos me sepulte.
Quisiera preguntar y preguntarme si alguna vez –alguna- podré vivir mi muerte dignamente, sin tener que pasar por las infamantes aduanas de la moralidad, los hospitales, las buenas costumbres y las leyes. Si alguna vez –alguna- dejará de atormentarme la sensación de que la muerte buscada es un acto de traición, cuando no es sino una muerte más entre las muchas muertes. Una muerte más entre las muchas vidas.
Quisiera preguntar y preguntarme por qué otros, que ya nos han atormentado tanto con sus normas, no hacen una que exprese que cada quien es dueño de su muerte; por qué hasta de ese derecho nos despojan; por qué hasta ese extremo nos invaden.
Pocos son los que viven hasta cuando quieren vivir. A los más los mata la vida, sin que quieran. Por eso deseo preguntar y preguntarme ¿hasta cuándo los que quieren morir tienen que ir a la muerte en puntillas, a escondidas, como si cometieran algo obsceno, vergonzante? ¿Acaso la muerte no puede convertirse en una manera juguetona, alegre, refrescante de ganarle a la vida? De situarse al frente, desafiarla y decirle que, por esta única vez, no es ella la que impone sus designios.
Quisiera preguntar y preguntarme hasta cuando quienes creemos que tenemos el derecho a vivir, no tenemos también estatuido el derecho de morir cuando queramos."
Soy el que Pude
Francisco Febres-Cordero
Soy el que Pude
Francisco Febres-Cordero
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Atte. El del blog de al lado