Me paso un dato un Taxista cuyo nombre mantengo anónimo.
Resulta que Jorge es taxista y en su profesión lleva a personas de aquí para allá y en el transcurso de aquí a allá conversan de diversos temas, el clima, el tráfico, el precio de las cosas que siempre sube y nunca baja. Pero un tema en particular me asombró.
Me comentó que le había pasado lo siguiente.
Jorge se ganó la confianza de una señora, en particular de la Secretaria de una entidad pública. Ella lo llamaba para que le lleve de allá a acá y viceversa, cuando ya estaba establecida la relación de confianza, ella le comento que había uno que otro puesto de chofer disponible y le dijo que le haga llegar una Carpeta para contratarlo. Jorge sin pensarlo, en busca de mejorar sus ingresos le hizo llegar efectivamente la Carpeta y esperó que lo llamen. Esperó y esperó y cuando ya no quería esperar más, la llamo a “molestar”
-Le llamo a molestar Señora, soy Jorge el taxista-
-Hola Jorge como esta, mire le comento sobre su Carpeta, resulta que la Ministra (de quien soy secretaria) me mandó dos Carpetas (de amigos de la ministra) para ocupar los puestos a los que usted aplicaba. Pero no se preocupe, mándeme de nuevo su Carpeta, pero adjúntele una CARTA-
-Claro Señora que pongo en la CARTA-
-Nada complicado, solo escriba una carta sobre sus deseos de pertenecer al partido (oficialista) y como usted está dispuesto a apoyar la revolución… eso ayudaría a acelerar el trámite-
Tu… tu…tu…tu…tu
Jorge colgó indignado, porque aunque ustedes no lo crean, aún cuando las personas son tentadas con ingresos sustancialmente mejores de los que reciben, cuando tienen amor propio y convicciones ni por títulos y dinero venden su conciencia. No digo que todos los que trabajan en instituciones públicas hayan perdido la convicción y hayan vendido su conciencia, yo lo que digo es que la regalan o la olvidan.
En esta revolución ciudadana de corazones ardientes, manos limpias y mentes lúcidas, todavía se necesita padrino para ser bautizado. Han revolucionado todo menos el método y el fin. Trocear el país y dárselo a sus amigos.
En los taxi-conversatorios uno se entera de muchas cosas, tal vez no sean la fuente más segura, pero dejan dudas y asombros.
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