Encontré en un cajón del ciberspacio una colección de mensajes, mejor dicho la correspondencia que mantenía con las personas de mi pasado. Con las personas con las que me llevaba en el colegio ¡Que geniales cosas encontré! Algunas conversaciones tenían más de 75 mensajes de ida y vuelta. Algo insólito. Pero lo importante no es con quien, ni cual era el contenido de los mensajes sino lo que realicé cuando los leía uno a uno.
Si yo me pusiera a conversar conmigo de esa época, me daría una bofetada en la boca tan fuerte que me sacaría uno o dos dientes. Pero debo admitir que me cayeron como anillo al dedo por que últimamente andaba estancado, ustedes lo habrán notado por la disminución de entradas y los temas menos emocionantes y entretenidos que antes. El punto es que esas entradas me dieron ese pequeño empujón que hace rato necesitaba y no lo encontraba. Que genial ver cuanto he andado desde esos mensajes hasta estas entradas.
Así me di cuenta que a veces uno dice que no ha aprendido nada, o que ya las cosas no avanzan pero es mentira. La inercia que tiene la vida es infrenable después del segundo día de haber nacido. El cambio se vuelve tan rutinario que olvidamos que somos una masa de plastilina que se acopla, evoluciona diariamente para ser el sobreviviente del día. Reaccionamos tan velozmente a nuestro entorno que nos acostumbramos al mismo y pasamos por alto el pasado y el cambio que realizamos. No estoy estancado, solo me acostumbre a un entorno que hace años era veloz,, pero ahora no propone ningún reto. Tiempo de tomar decisiones...
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