Ahora de vuelta a casa me siento obligado a mandar algo al espacio virtual que tantos de ustedes visitan ansiosos (jaja).
Cuesta mucho volver a la rutina, levantarse temprano, bañarse, vestirse, desayunar, etc. Son tareas tan monótonas, tan insípidas. No encuentro placer en ninguna de las que se repiten todos los días. Pero me voy a permitir sin tener nada que ver con lo antes dicho contar una historia genial que me contaron en el feriado, me lo contaron los mismísimos personajes de la misma, así que ocurrió tal cual lo voy a contar.
Era ya pasada la hora de dormir para cualquier persona que tiene algo que hacer al siguiente día, y estos dos amigos estaban bebiendo, y bebiendo de más. Al salir del lugar donde se habían acomodado para hacer eso del beber, ninguno de los dos estaba en estado para conducir pero les importo poco o menos, y se metieron al carro y lo pusieron en marcha. Al andar vertiginosamente de un lado al otro de la autopista, esquivando la muerte con cada curva, con cada recta, con cada obstáculo, se revienta una llanta del carro. Es entonces cuando el razonamiento del borracho prevalece sobre cualquier razonamiento y el uno le dice al otro -oye, se bajo la llanta, parqueate al lado de la Dirección Nacional de Tránsito- el otro igual o más borracho le pregunta -por que-. Lo cual me parece una pregunta razonable, estando los dos borrachos conduciendo, el peor lugar para estacionarse es al lado de la Dirección Nacional de Tránsito. Pero la respuesta que a continuación le da es genial, sinceramente es una genialidad. El borracho menos borracho le dice -para que no nos roben mientras cambiamos la llanta pues!-
Lo peor de todo es que así fue. Se parquearon, se bajaron casi no pudieron cambiar la llanta, no les robaron, tampoco les metieron presos, y siguieron sanos a casa.
Leyendo esta historia uno se pregunta para que sirve la policía nacional, dos borrachos se entregan, y no les meten presos. Les cuidan mientras cambian la llanta.
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