Burocracia, burócrata, burocrático. Raza que se hace, no necesariamente se nace, y, que con el pasar de los años, el ser burócrata toma una forma inútil, obtusa, terca, oblonga, ciega, sorda, sin razón ni entendimiento, automática, insoportable, engreída, mecánicamente estúpida, repetidora, memorizadora, completamente caduca, olorosa, inservible, incomprensible y por lo demás innecesaria pero dueña de todos y cada uno de los trámites necesarios para ser legales ciudadanos de un país que de legal (hoy por hoy) no tiene nada. Ustedes dirán, se preguntarán porque mi afán para elogiar a tan prestigiosa raza que en el Ecuador abunda tanto hoy en día. Pues porque ahora que tengo que lidiar con ellos a diario me encantaría compartir con ustedes algunas de sus maravillas maravillosas. Se pasean por millares en sus carros con luces, sirenas, choferes, la familia de el burócrato o la burócrata...